Antonio
Carmona / Pablo
Caballero
LA
HIGUERITA,
CIEN AÑOS
Roque Bárcia Ediciones
2014
Edita: Roque Bárcia Ediciones
Correo electrónico: roquebarciaediciones@gmail.com
Blog: roquebarciaediciones.blogspot.com
Antonio Carmona / Pablo Caballero
Ilustraciones: Roque Bárcia Ediciones
I.S.B.N.: En tramitación
Depósito legal: H 157-2014
Imprime: Imprenta Isleña C. B.
Correo electrónico: roquebarciaediciones@gmail.com
Blog: roquebarciaediciones.blogspot.com
Antonio Carmona / Pablo Caballero
Ilustraciones: Roque Bárcia Ediciones
I.S.B.N.: En tramitación
Depósito legal: H 157-2014
Imprime: Imprenta Isleña C. B.
A Rafael López Ortega, Director del periódico La
Higuerita desde 1985
LA HIGUERITA,
CIEN AÑOS
(Prólogo)
“La Higuerita” cierra
Con este titular, recibían los lectores del decano de
la prensa de Huelva y su provincia la que debería de ser su última tirada. Esto
ocurría allá por el verano de 1985 en Isla Cristina.
“EMOCIONADO
ADIOS A NUESTROS LECTORES”
Y con esta cabecera despedía con elegancia, la familia
Rubio, la propiedad y dirección del periódico isleño, mantenidas durante
setenta años. Atrás quedaban todos los valiosos recursos, materiales y culturales
que, durante siete décadas, esta familia había puesto al servicio de la
sociedad isleña.
Tristeza,
inmenso dolor, adiós sin acritud, satisfacción por la obra, agradecimiento a
los lectores... emocionadas -emocionantes‒ palabras de despedida final,
con un poso de amargura.
También, indiferencia,
un sentimiento expresado de soledad y silencio político ante el naufragio
inminente, y una pregunta: si mereció la pena, antes del adiós final.
La respuesta fue dada apenas tres semanas
después al pueblo isleño y a sus gobernantes y mantenida durante los treinta
años siguientes, hasta hoy, para hacer a LA HIGUERITA, centenaria. Su autor, Rafael López Ortega, isleño,
acompañado en el proyecto por un exiguo equipo de colaboradores.
Cien años atrás, en el verano de 1885, otro
isleño, Roque Bárcia Martí, dejaba este mundo, despedido en su postrer viaje con
el dolor de Modesto Sánchez Ortiz, también onubense, de Aljaraque, de padres
redondeleños. Personajes singulares, que, entre otras actividades, ejercieron
el periodismo como redactores y directores de Prensa (*).
Cuando LA HIGUERITA de 1915 es ya árbol centenario.
Cuando la clase política, salvo excepciones, sigue siendo indiferente, cuando no destructora de la Cultura.
Cuando la clase política, salvo excepciones, sigue siendo indiferente, cuando no destructora de la Cultura.
Cuando vagos
y vividores, enquistados en el poder, son generadores de escándalo, primero; de
hastío e indignación de la ciudadanía empobrecida y crispada, después.
Cuando desde
las instituciones, como hace dos siglos, se disfraza el grave panorama social y
económico, fomentando hasta el paroxismo el estéril desahogo del pueblo con pólvora,
verbenas, romerías, carnavales, ferias, toros y balompié.
Cuando la ilusión ciudadana de progreso y modernidad en libertad es sepultada por la retrocesión y la obsolescencia decididas desde el poder omnímodo vigilante.
Cuando la ilusión ciudadana de progreso y modernidad en libertad es sepultada por la retrocesión y la obsolescencia decididas desde el poder omnímodo vigilante.
Cuando el
capitalismo de libre mercado es sustituido por la dictadura del capitalismo endiosado
y protervo, arquitecto del desequilibrio social, promotor de la miseria.
Cuando
podemos asomarnos a la cotidianidad secular isleña en LA HIGUERITA ahora digitalizada por ejemplar acuerdo entre partidos,
periódico y la Diputación de Huelva.
Cuando
todo esto ocurre, posiblemente ya avanzada la noche, Rafael López Ortega
trabaje incansable en la próxima edición de su periódico.
Posiblemente,
ocupe algún tiempo de la madrugada en reflexión sobre la continuidad de su
proyecto, iniciado treinta años atrás, y se pregunte –como su antecesor‒ si
está mereciendo la pena.
Posiblemente
encuentre el mecenazgo y la comprensión suficientes de su línea editorial, en
tiempos difíciles, si no críticos, para los periódicos en papel...
posiblemente.
Nosotros,
desde esta editorial, Roque Bárcia Ediciones, así lo
queremos.
(*). El lector de este relato
podrá encontrar algunos apuntes de sus vidas, vinculadas por la amistad entre
sus familias, que esta editorial –Roque
Bárcia Ediciones‒ ha recogido y publicado, en el año 2013, con el título
de: Roque Bárcia: LUCES RECOBRADAS.
LA HIGUERITA,
CIEN AÑOS


Desaparecía
la cálida estrella, aferrando, sin conseguirlo, sus postreras luces en la
remota línea del horizonte.
El éter, en
su paleta de azules, se engalanaba por momentos con indescriptibles violetas,
mientras un espejo lunar se recreaba pareciendo flotar.
Caía el negro
ropaje de sorprendidas tinieblas ante el imponente plenilunio, descubriendo el
claroscuro de una figura humana que, desafiante, se erguía con esfuerzo y
cautela, mientras trataba de avanzar con meditados pasos por el estrecho
sendero de la cadena del Tiempo.
Allá, en la
lejanía terrenal, una mujer, su gran compañera, su mejor colaboradora, su
esposa, en abnegado silencio, en expectante vigilia, en compartida fatiga,
esperaba en su Ítaca el regreso del viajero, presta su mano a la caricia del
reencuentro, presto el bálsamo aliviador de las secuelas del camino.
En el cenit de su lucha reestabilizadora contra las leyes de la gravitación universal y de la física de fluidos, de la caída al vacío y del empuje de los vientos, de la fría indiferencia y la miserable coacción, invocaba, ante tantas tribulaciones, al buen Dios para darle fuerza a sus fatigados pies y concentración a su mente saturada de preocupación, y así poder proseguir por la movediza senda periodística.
En el cenit de su lucha reestabilizadora contra las leyes de la gravitación universal y de la física de fluidos, de la caída al vacío y del empuje de los vientos, de la fría indiferencia y la miserable coacción, invocaba, ante tantas tribulaciones, al buen Dios para darle fuerza a sus fatigados pies y concentración a su mente saturada de preocupación, y así poder proseguir por la movediza senda periodística.
Alguien pareció
escucharle, pues un viento, a la par cálido y estimulante, suave pero firme,
estabilizador y reconfortante, le impulsaba en su camino, trayéndole, con un
lenguaje muy próximo, la voz cultivada y amistosa de dos siluetas en la lejanía.
Desaparecidos el vértigo de su alma y el cansancio del
cuerpo, miró hacía el abismo, recreando la vista y el oído, mientras escuchaba
una voz entrecortada, algo cascada por la edad y el infortunio, de alguien que
pareciese estar a su vez escribiendo éstas sus palabras:
En la
parte mas meridional de nuestro país, rayando con los Algarbes de Portugal,
enfrente de la Isla de San Bruno, casi rodeada por un brazo del Océano
Atlántico, como una roca que se deja ver en medio del mar, existe hoy una
Colonia que fundaron en el siglo pasado varios comerciantes catalanes. Por un
milagro de la industria, de la diligencia y del deseo del hombre, al lodo
sucede la tierra, la marisma se torna en piso firme, y sobre aquellos incultos
terraplenes casi al nivel del mar, se levantan algunas casas de negociantes y
varias chozas de pescadores. Arriba, cielo; abajo, agua salada; agua salada
alrededor; agua salada por todas partes. El agua salada es su campo; las playas
son sus bosques; los arenales, sus praderas; las redes, sus arados; la pesca,
su mies. Ese mar inmenso y solitario; ese mar grandioso y solemne, ese Océano
prodigioso, esa sublime y asombrosa creación de Dios, es toda la herencia de
los hombres que habitan esas casas y esas chozas. Al pie de las borrascas
nacen; al pie de las borrascas mueren; el huracán que mueve la cuna del niño,
azota el sepulcro del anciano. (Roque Bárcia)
El caminante identificó desde la altura el lugar
descrito como el suyo de nacimiento, no sin alguna dificultad por la escasez de
luz y las heridas infringidas por el desarrollismo a la naturaleza primigenia.
Mientras trataba de identificar con cierta nostalgia
los primeros espacios de su infancia, en otra ráfaga de viento ‒compensador de
las fuertes rachas desestabilizadoras, que desde algún teléfono prepotente de
algún fontanero de algún oscuro despacho político, le habían azotado
recientemente durante su recorrido‒ viajaba otra voz, menos cargada en años que
la anterior, con cercano acento y también cultivada expresión, pareciendo dirigirse a él en el espacio inconmensurable:
Yo quiero una Prensa
verdaderamente, absolutamente, constantemente independiente de la miseria y de
la codicia; que, sin olvidarse de que es oficio, tenga siempre presente por
convicción honda y sin miedo á la chacota de los necios, que es magisterio y
sacerdocio; que sin olvidarse de que es empresa industrial privada, recuerde
constantemente que es obra moral pública de nuestra nación, de nuestra España.
En la
acción de la Prensa pongo mi esperanza. (Modesto
Sánchez)
El caminante, reconfortado por tan prodigioso
encuentro, con paso firme y decidido,
afrontaba aliviado los últimos eslabones de la cadena del Tiempo, para
vislumbrar el último de los primeros cien años de LA HIGUERITA.
LA
HIGUERITA,
CIEN AÑOS
(Epílogo)
Treinta años al frente de un periódico es un referente
excepcional de equilibrio y tenacidad.
Treinta líneas también ‒ni una más, ni una
menos‒, entresacadas de la obra de dos ilustres autores y colegas suyos ‒Roque
Bárcia y Modesto Sánchez‒ como símbolo de apoyo y acompañamiento a su director
en un relato surrealista.
Realidad,
fantasía, sueño, vigilia, ¿que más da?: vemos lo que soñamos y soñamos lo que no
vemos.
Treinta
palabras, pues, para concluirlo: vehículo
de expresión del reconocimiento a Rafael López Ortega y a todos los
colaboradores que creyeron en su proyecto y lo acompañaron o acompañan en su
viaje hacia lo desconocido.
Y el brindis final, conmemorativo, traído
desde las islas afortunadas a esta otra que sueña para serlo.
Antonio Carmona / Pablo
Caballero
Brindo
Brindo por
el periodismo
que se
ejerce sin dobleces
que no se
vende a intereses
y es
siempre fiel a sí mismo.
Brindo por
el heroísmo
del
periodista que hostiga
la
corrupción, la intriga,
el dolor
o la maldad
y que
cuenta la verdad,
aunque
duela que la diga.
Brindo por
quien
día a día
trabaja
pero en la
sombra,
por esos
que nadie nombra
por que
sin ellos, ¡qué habría!
Los que
tienen nombradía
suelen
alcanzar honores
pero estos
trabajadores
no tienen
más recompensa
que ver
que llega la prensa
a manos de
sus lectores.
Y brindo por el lector
a la prensa diaria fiel
por él que lee el papel
o enciende el ordenador
por el que tiene el rigor
de cribar la letra impresa
por aquel que se interesa
en juntar varias versiones
para sacar opiniones maduras
en su cabeza.
Y brindo por esta tierra
por su paisaje y su gente
y por la prensa que cuente
lo bueno y malo que encierra.
Por la humanidad que yerra
si se entrega a la avaricia
pero que tras la justicia
hallará el rumbo, seguro.
Y brindo porque el futuro
sea una buena noticia.
Yeray Rodríguez
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